El miedo a perderse en la Edad de Oro de la TV


Por Carlos Hinojosa*

And so we are told this is the golden age.[1]

El miedo a perderse en la Edad de Oro de la TV

Silicon Valley es una inteligente pero extraña comedia de HBO, realizada por Mike Judge (Idiocracy, 2006) —basada en sus experiencias dentro del mundillo de la industria de la computación—, que relata las desventuras de un grupo de geeks que hace hasta lo impensable por crear la próxima compañía informática multimillonaria en la actual quimera de oro, Chaplin dixit, ubicada en la mencionada zona de Palo Alto, California.

En el último episodio de su tercera temporada, Erlich Bachman (T.J. Miller), autodenominado ‘genio’ y propietario de la ‘incubadora de empresas’ donde medra el resto de los protagonistas, les explica a sus ‘inquilinos’ cómo, para generar interés e incrementar el precio de una posible adquisición de su empresa —una aplicación que permite videollamadas de gran calidad con poco consumo de recursos del smartphone, basada en un algoritmo de alta compresión creado por el auténtico superdotado de la serie, Richard Hendricks (Thomas Middleditch)—, se dirigió a un restaurante de moda, atestado de inversionistas y directores ejecutivos, donde soltó ciertas frases ‘crípticas’ que generaron, más que el deseo de sacar la chequera, algo a lo que nadie resulta inmune en nuestra época tan hiperinformatizada: el FOMO (Fear Of Missing Out), el miedo a perderse de algo.

El FOMO es ese temor, irracional o tal vez no, de saber que, por ejemplo, hay demasiados libros que leer, y estar al tanto que los demás ya lo están haciendo mientras uno no, por citar un caso fuera del ámbito de las redes sociales que es, por desgracia, donde más ‘acontece’ dicho desasosiego: el miedo a perderse un tuit o un estado de Facebook. Para fortuna, o desdicha, de quienes estamos siguiendo de cerca lo que ya se conoce como la Edad Dorada de las Series de TV, la realización de relatos televisivos de gran calidad, en guiones, reparto y demás valores de producción, ha alcanzado una cantidad tan enorme que, invariablemente, hemos terminado por convertirnos en víctimas del FOMO.

De acuerdo con el insigne diario británico The Guardian, para 2016, la cantidad de series realizadas tan sólo en Estados Unidos ascendió a más de 500 programas, cifra que nos pone frente a un reto humanamente imposible de conquistar, es decir, tener la capacidad de observarlos a todos. Y eso sin contar las por demás interesantes narraciones producidas en Gran Bretaña, Australia, Francia, España, Brasil, Chile, Colombia, Japón, Corea y, de repente, en nuestro país.

Además, lo anterior sólo es una parte del panorama de Sísifo al que nos enfrentamos, ya que resulta inevitable referirnos a la multiplicación de las plataformas a través de las cuales accedemos a las series de nuestra preferencia: ya no estamos sometidos a la tiranía de las grandes empresas televisivas, ergo en México, el duopolio de cuyo nombre es mejor no acordarse; gracias al internet y las empresas de TV streaming, como Netflix, Amazon Prime Video, Hulu, Spike, Freefall y un etcétera que va creciendo día con día, podemos ver los shows a los que decidimos abonarnos en el momento que deseemos y en la pantalla que tengamos a la mano —smart TV, smartphone, tablet, PC, laptop—.

Es obvio que este panorama, así sea por mera estadística, ha trastocado lo que hasta hace unos años era el momento especial en que las televisoras estrenaban sus mejores lanzamientos, es decir, el otoño de cada año, lo que aún, tal vez por nostalgia, se llama la ‘temporada principal’, la cual concluye en mayo, con un descanso en invierno e inicio de la primavera, periodo conocido como ‘temporada media (mid-season)’, donde las compañías mediáticas aprovechaban para transmitir series de menor duración que las ‘prime’ —de ocho a trece episodios, en lugar de los 22 o 23 de estas últimas—.

Aunque por décadas se hizo un lugar común considerar a las series programadas en la ‘mid-season’ como relativamente inferiores a las de la temporada principal, el auge que estamos experimentando ha provocado, como es el caso de este año, que las mejores series del periodo 2017-2018 bien puedan ser las que se estrenaron en la temporada intermedia, misma que ya se extiende hasta el verano.

En virtud de la calidad de lo que hemos podido ver de enero a la fecha, desde la sorprendente y psicodélica adaptación de uno de los personajes del comic X-Men, Legion; pasando por el inquietante retrato de la misógina teocracia que mora dentro de millones de estadounidenses —tal y como lo atestigua la actual administración de EUA—, la genial adaptación de la distopía de Margaret Atwood, The Handmaid’s Tale; hasta el contundente regreso de la serie sin la cual no estaríamos viviendo la actual Edad de Oro de la TV, Twin Peaks, del maestro David Lynch, la programación que se va a estrenar en el otoño de 2017 tiene ante sí un reto que se antoja insuperable.

La pregunta que permanece en el ambiente es si acaso esta pantagruélica cantidad de buenas series, y dispositivos para observarlas, más que consolidar la citada Edad Dorada terminará por implosionar tal escenario, debido al FOMO o a que alcancemos un punto de inflexión más allá del cual ya no podamos prestarle atención, cuestión que, esperamos, ojalá tengamos tiempo de responder dentro de unas temporadas en el futuro próximo.

Por el momento, como bien nos dice la diosa Media (Gillian Anderson), de la excelsa adaptación de Bryan Fuller (True Blood, Hannibal), a partir de la novela de culto de Neil Gaiman, American Gods: “La pantalla es el altar. Soy a la que se ofrecen en sacrificio, entonces como ahora, de Edad Dorada a Edad Dorada. Se sientan unos al lado de los otros, luego se ignoran y se entregan a mí. Ahora sostienen pequeñas pantallas en su regazo o en la palma de la mano, para no aburrirse de ver la grande. Tiempo y atención, más valiosos que la sangre de un cordero”.

[1] “Y así nos dijeron que esta es la edad dorada”, verso de la canción New Year’s Day, de la banda irlandesa U2.

 

*Carlos Hinojosa es escritor y docente de educación media superior en Zacatecas, México.

 

 

 

 

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