Axis Mundi: Ciencia Ficción/De Civitate Dei


Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

El término «ciencia ficción» es uno que se resiste a una fácil definición, sobre todo debido a que es un género literario y cinematográfico muy popular, por ende, la mayoría de la gente tiene la sensación de saber qué es la ciencia ficción. En cualquier librería del mundo encontraremos una sección dedicada a la ciencia ficción, con anaqueles mostrando lomos de libros de colores brillantes, cuyas cubiertas se hallan ilustradas con pinturas foto-realistas de asombrosas naves espaciales, o mujeres y hombres paseando en ciudades del futuro o en paisajes extraterrestres. Muchos de tales textos son narraciones que elaboran una premisa imaginativa o fantástica que tal vez involucre un planteamiento sobre la sociedad del futuro, encuentros con criaturas de otros mundos, viajes interplanetarios o a través del tiempo. En otras palabras, la ciencia ficción es un género o división de la literatura que se distingue por sus mundos ficticios, de una u otra forma, del mundo en el que en «realidad» vivimos, una ficción de la imaginación en lugar de la «realidad» que observamos, una literatura fantástica.
De hecho, desde tiempos antiguos, los seres humanos han estado escribiendo historias fantásticas sobre viajes al cielo o encuentros con seres extraños o sobrenaturales en lugares fantásticos. Algunos autores definen «fantasía» como un «hacer creer» y señalan que las fantasías pre–modernas intentaban «hacer creer», ya que no proporcionaban alguna explicación de cómo la fantasía imaginada podría, posiblemente, ser real. El intento por ser realista en tales historias fantásticas no ocurre hasta la Revolución Científica y la era moderna, por lo que los estudiosos no consideran a la Utopía (1516), de Tomás Moro, como un antecedente de la ciencia ficción, en vista de que el autor no intentaba que su relato fuera plausible o real. Por otro lado, La nueva Atlántida (1626), de Francis Bacon, intentaba ser una posibilidad realista. Bacon trataba de explicar cómo el tipo de sociedad que imaginaba podría crearse a través de la ciencia y la razón. Bacon ofrecía una amplia variedad de predicciones sobre nuevas y fantásticas invenciones, así como realidades humanas para el futuro, las cuales, presumiblemente, podrían lograrse por medio de la aplicación de la ciencia y la razón. En virtud de ello, La nueva Atlántida puede considerarse como proto–ciencia ficción.
Otro precursor del género que nos ocupa es el gran científico alemán Johannes Kepler, con su Somium seu Astronomia Lunari (El sueño o La astronomía de la luna, 1634), obra en la que presenta el primer viaje cósmico de la ciencia ficción, en este caso, un viaje a la luna. Cabe decir que, en este relato, Kepler se revela como el primer científico en considerar con seriedad la posibilidad de la vida extraterrestre. Para Kepler, el viaje espacial no era una fantasía, el sabio creía que en el futuro los seres humanos podríamos viajar al espacio exterior, de acuerdo con sus propias palabras: «creemos navíos y velas ajustadas para el éter celeste y habrá mucha gente sin temor del vacío externo. Mientras tanto, debemos preparar los mapas de los cuerpos celestes para los valientes viajeros del cielo».
La ciencia y el concepto de progreso secular, asociado con el surgimiento de la filosofía de la Ilustración en la Europa de los siglos XVII y XVIII, brindaron una razón y una guía para concebir posibles futuros, muy diferentes del presente. La idea del progreso secular, brevemente definida, es que la sociedad humana pude ser mejorada a lo largo de múltiples aspectos, social y tecnológicamente, a través de la aplicación de la ciencia y la razón. Para los estudiosos, los inicios de la ciencia ficción coinciden con el surgimiento de la idea del progreso secular y la creencia, realista, en posibles cambios progresivos en el futuro debido al pensamiento científico y racional.
Por otra parte, uno de los temas recurrentes de la ciencia ficción, tanto en literatura como en el cine, ha sido el encuentro con los seres que habitan otros mundos, quienes visitan la Tierra con todo tipo de intenciones, nobles y no tanto, provocando múltiples reacciones entre los humanos que tienen la fortuna, o tal vez no, de encontrarse con ellos. Este tema del encuentro, como muchos de los que forman esta mitología moderna que es la ciencia ficción, tiene sus antecedentes en las épocas más antiguas de nuestra especie, sobre todo en el constante pensamiento religioso de los seres humanos, quienes, por decirlo de alguna forma, siempre hemos tenido un anhelo de eternidad en nuestro interior, como lo demuestran relatos tan antiguos como la Epopeya de Gilgamesh. Sin temor a equivocarnos, es posible afirmar que casi todas las culturas que nos precedieron han puesto sus esperanzas en el cielo, en los seres que lo habitan y que, como rezan los mitos antiguos, alguna vez caminaron entre nosotros, lo cual nos señala hasta donde llegan los antecedentes de los actuales «alienígenas» de la ciencia ficción.
Como hemos apuntado, nuestros antepasados creían en la existencia de lugares y seres mitológicos, diosas y dioses que residían en un reino supernatural que, con cierta frecuencia, visitaban, perseguían o hechizaban el mundo natural. Lo que cambió con la era moderna fueron los estándares de conocimiento y «verdad». En Europa y el resto del mundo, en la época anterior a la Revolución Científica, la verdad se basaba en la fe y la creencia en los textos sagrados, lo mismo que en profecías y revelaciones divinas. Las explicaciones metafísicas de los seres fantásticos y las realidades alternas, justificadas por medio de escritos religiosos y experiencias místicas, no serían científicos ni racionales bajo los estándares modernos y, en consecuencia, se les ha etiquetado como «supersticiones», relegándolos al reino de la mera fantasía.
De acuerdo con sus apologistas y seguidores, la ciencia moderna y la filosofía secular de la Ilustración fomentaban la libertad de pensamiento e investigación después de siglos de dogmatismo religioso y represión. Respuestas para las cuestiones fundamentales de la vida podrían ya no encontrarse en el terreno de la fe, la autoridad sin fundamento ni en los textos sagrados. La ciencia, en su persecución de la verdad, se esforzó por lograr la objetividad e imparcialidad. La ciencia basó sus creencias en la observación empírica, la experimentación, la razón y la descripción de la realidad que emergió tras los pocos siglos en los que la ciencia contradijo, en muchas formas, la descripción y explicación de la realidad ofrecida en los mitos antiguos y las religiones.
Las visiones religiosas y místicas del futuro, con frecuencia, veían a la humanidad ascendiendo a reinos sobrenaturales. Pensadores cristianos, como San Agustín, creían que las fuerzas de lo sobrenatural, o del reino divino, podrían transformar el reino terrestre como un preludio a la ascensión a una realidad más alta o celestial. San Agustín imaginaba a nuestro mundo siendo modificado para acomodarlo y hacerlo idóneo con el reino espiritual. La plausibilidad de esta visión dependía de los estándares de verdad aceptable y naturaleza de la realidad. Para San Agustín, era perfectamente razonable afirmar que la humanidad sería transformada en el futuro por la voluntad de Dios.
El surgimiento de la ciencia ficción como forma narrativa sobre el futuro involucra una transformación en nuestros estándares de pensamiento, desarrollada por la Revolución Científica, considerando lo que es plausible y real. Esta nueva forma de ver la realidad brindó una aproximación diferente al entendimiento y pronóstico del futuro, una aproximación basada en las ideas de la razón y la ciencia. Cuando la tradición de la era antigua, que relataba historias sobre realidades extrañas y maravillosas, retomó las ideas y principios de la ciencia y el progreso secular como un medio de explicar sus escenarios y personajes imaginarios, nació la ciencia ficción.
En virtud de ello, podemos decir que la ciencia ficción refleja muchas de las cualidades y fortalezas de los mitos antiguos, junto con las creencias y estándares de la ciencia moderna. Este género literario y cinematográfico crea mitos «científicamente creíbles», como el caso del gran clásico 2001: odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, o, más recientemente, Interestelar (2014), de Christopher Nolan, filmes que retoman, en cierta forma, el mito antiguo de la ascensión a los cielos/las estrellas, junto con la postura de San Agustín de que lo terrestre/el ser humano debe ser modificado por «alguien» divino/extraterrestre para poder ser apto de pertenecer al reino celestial. Es por ello que, como hemos visto, al cambiar a los seres que habitan el cielo, de antiguas divinidades por seres alienígenas, nos parece válido seguirnos preguntando, como nuestros antepasados, ¿quién nos guiará en el camino a las estrellas?

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