Axis Mundi: Assange y el cimiento de nuestra cordura


El pasado jueves 11 de abril, finalmente ocurrió lo que el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, y sus abogados estuvieron advirtiendo durante siete años: el gobierno ecuatoriano le retiró el asilo que le había concedido en su embajada de Londres, permitiendo que la policía inglesa lo arrestará para que, como siempre fue el objetivo de EUA, pudiera ser acusado de un cargo criminal que precisa dirimirse en territorio estadounidense. De hecho, el temor a ser extraditado y juzgado en Estados Unidos fue lo que obligó a Assange a buscar refugio en la misión ecuatoriana desde 2012.

El asunto es que esta noticia no ha sorprendido a quienes hemos seguido su caso o hemos estado convencidos de que el destino de Assange tiene una profunda e histórica importancia y podría definir el futuro de la libertad de prensa. Es obvio que, en los países occidentales, sobre todo en EUA y Gran Bretaña, varios personajes están plenamente convencidos de que Assange merece ser juzgado y encarcelado por «amenazar» la seguridad nacional estadounidense y «socavar» sus procesos democráticos. La excandidata presidencial Hillary Clinton y el exvicepresidente Joe Biden lo han calificado de «terrorista», el secretario de Estado Mike Pompeo, director de la CIA en la época de las ya clásicas filtraciones, ha descrito a WikiLeaks como un «servicio de inteligencia hostil no estatal».

Por su parte, cierto sector de la población lo considera como un actor político que, intencionadamente, intentó influir en el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, mientras que otros lo consideran un títere del presidente ruso Vladimir Putin, aunque nunca se encontraron pruebas de ello. Es más probable que la acusación de Assange no venga como parte de la investigación del Asesor Especial Robert Mueller sobre el papel de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016, sino en represalia a que WikiLeaks haya publicado la mayor filtración en la historia de la CIA, llamada #Vault7.[i]

Cualesquiera que sean las inclinaciones o puntos de vista políticos de Assange, su caso no se trata de si nos simpatiza o no, sino de la libertad de prensa. Como bien ha dicho Edward Snowden: «Puedes despreciar a WikiLeaks y todo lo que representa. Se puede pensar que Assange es un espíritu maligno reanimado por el propio Putin, pero no se puede apoyar la acusación de un editor por publicar sin deteriorar los derechos básicos en los que confía todo medio informativo».[ii] Si Assange es finalmente extraditado a los Estados Unidos y juzgado en dicho país, es casi seguro que será declarado culpable, como aconteció con Chelsea Manning,[iii] y probablemente acabará en una terrible prisión similar a la de Guantánamo. Su juicio y encarcelamiento provocarían repercusiones mundiales para los informantes, los editores y los periodistas.

Según el abogado y defensor de las libertades civiles Ben Wizner, de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU): «Cualquier enjuiciamiento del señor Assange por las operaciones de publicación de WikiLeaks sería algo sin precedentes e inconstitucional, y abriría la puerta a investigaciones criminales de otras organizaciones de noticias». En otras palabras, un juicio que intente hacer ilegal, o un objetivo válido de «espionaje», la publicación de documentos sentaría un peligroso precedente para los editores y periodistas que violan rutinariamente «las leyes de lo secreto» con el fin de entregar información vital para el interés público. Se sentaría un precedente que pondría en peligro los cimientos mismos de la prensa libre, sobre todo en un momento tan delicado para el periodismo en casi todo el mundo, máxime en los EUA de la Bestia Trump, además de los recientes embates del gobierno mexicano contra ciertos periodistas y medios de información.[iv]

Es una verdad de Perogrullo que nos encontramos en un mundo en el que la política y la distribución de la información se están transformando profundamente. No sólo los populistas peligrosos y los líderes autoritarios llegan al poder difundiendo abiertamente información errónea y ocultando información de interés público, también lo hacen con la «fabricación de consensos», respaldada por el uso de métodos de «gestión de las percepciones» por parte de las empresas tecnológicas o campañas de noticias falsas organizadas, como ha sucedido con Cambridge Analytica y puede ser el caso, en nuestro país, de Cultura Colectiva, dependiendo de lo que descubran las autoridades del INAI en la investigación que actualmente se lleva a cabo.[v]

Si bien, la triste etapa en la que se encuentra la sociedad humana ha terminado por considerar «natural» que los políticos utilicen métodos tan cuestionables para llegar al poder, es tarea de los periodistas, los medios de comunicación y las personas que denuncian irregularidades mantener este tipo de comportamiento bajo control. Castigarlos por hacer su trabajo, descubrir verdades incómodas que los que están en el poder quieren mantener alejadas del público, significa eliminar uno de los controles más importantes que aún existen sobre el poder político.

¿Cómo sabríamos hoy del espionaje telefónico en la sede del Partido Demócrata si no hubiera sido por el arduo trabajo de los reporteros investigadores estadounidenses, quienes descubrieron información que el gobierno de Nixon quería ocultar?[vi] ¿Cómo estaríamos al tanto de todas las cuentas en el extranjero y las actividades de lavado de dinero de las estrellas de la farándula y los políticos de todo el mundo, si un soplón no hubiera filtrado los Papeles de Panamá?[vii] ¿Cómo sabríamos cuántos periodistas de Reuters fueron asesinados por el ejército estadounidense en Irak, como revela el video «Collateral Murder» filtrado por Chelsea Manning y publicado por WikiLeaks?[viii] ¿Y cómo nos daríamos cuenta de cómo trata el Partido Demócrata a algunos de sus miembros más progresistas, como Bernie Sanders, si WikiLeaks no hubiera publicado los archivos del servidor de correo electrónico pirata del Comité Nacional Demócrata?

Assange tenía en sus manos información sobre el comportamiento político inmoral de un partido y la publicó. Se puede discutir sobre si se trataba del momento oportuno y las consecuencias políticas, pero es difícil negar que era del interés del público estadounidense conocer tales hechos. La información no era falsa o fabricada: sólo la verdad. Un juicio penal para Assange en los Estados Unidos sería otro golpe para los periodistas, los medios de comunicación y los editores que, debemos reiterarlo, ya están sufriendo un aumento de la presión en su contra en todo el mundo. Según los datos de Reporteros Sin Fronteras,[ix] en lo que va del año, 8 periodistas han sido asesinados a lo largo del planeta y, para desgracia, así como vergüenza nuestra, la mayoría de tales homicidios han ocurrido en México.

Se están enviando señales claras, a los profesionales de los medios de comunicación de todo el mundo, de que hacer su trabajo podría costarles la libertad o la vida. Alimentar este ambiente hostil en lugar de buscar solucionarlo podría ser peligroso no sólo para los periodistas y los denunciantes, sino también para todos nosotros. Walter Lippmann, el padre del periodismo moderno que acuñó la frase «fabricación del consenso» (que Noam Chomsky hizo famosa en su libro de 1988),[x] escribió hace un siglo, en un delgado volumen llamado Liberty and the News, que «no puede haber libertad para una comunidad que carece de medios para detectar mentiras».[xi]

Luchar contra la extradición de Assange a los Estados Unidos no sólo consiste en proteger sus derechos individuales, sino también en defender los medios por los que somos capaces de detectar las mentiras. Se trata de proteger la libertad de prensa y nuestra capacidad de controlar el poder político. Independientemente de lo que pensemos de WikiLeaks, es un hecho que Assange, como editor, está protegiendo sus fuentes que le han ayudado a detectar y revelar mentiras. Y como Lippman escribió en Liberty and the News en 1919: «No lo que alguien dice o alguien desea es la verdad, sino lo que está más allá de toda opinión, algo que constituye la piedra angular de nuestra cordura».

Sin WikiLeaks y Julian Assange, sin los valientes denunciantes y periodistas que revelan los sucios secretos y los actos inmorales de regímenes poderosos, que se oponen o critican a la autoridad, la verdad perdería valor rápidamente. Y sería entonces cuando también perderíamos los cimientos de nuestra cordura. Por fortuna, el sistema de seguridad que estableció Assange en caso de ser arrestado permanece activo y, en estos momentos, toda la información de WikiLeaks se encuentra disponible en Internet, a la espera de ser analizada por todos nosotros.[xii]

Notas de referencia

[i] https://www.annurtv.com/nota/54461-opinion-las-10-revelaciones-de-assange-que-cambiaron-la-forma-de-ver-al-poder

[ii] https://twitter.com/Snowden/status/1063520583789539328

[iii] https://elpais.com/tag/chelsea_elizabeth_manning/a

[iv] https://www.milenio.com/opinion/luis-garcia-abusaid/panoptico/amlo-vs-medios

[v] https://elpais.com/internacional/2019/04/09/mexico/1554830383_929383.html

[vi] https://cnnespanol.cnn.com/2017/05/17/watergate-el-escandalo-que-cambio-la-politica-estadounidense/

[vii] https://www.elconfidencial.com/economia/papeles-panama/2016-04-03/papeles-panama-papers-claves-investigacion-mossack-fonseca_1177429/

[viii] https://www.youtube.com/watch?v=Ha8tviXbV48

[ix] https://rsf.org/es

[x] https://www.grupotortuga.com/Chomsky-Fabricando-el-Consenso

[xi] https://www.poynter.org/ethics-trust/2018/walter-lippmann-on-liberty-and-the-news-a-century-old-mirror-for-our-troubled-times/

[xii] https://file.wikileaks.org/file/?fbclid=IwAR2J-JE1xZMCMUdx9_GtqiADeEgY2X68b4zCrwy15vYNCh-vqIlxMIqmXp0, hasta el momento, sólo hemos encontrado dos archivos que hacen referencia a México: uno sobre las indicaciones que se le dieron al gobierno mexicano para conducir la economía nacional durante 2004-2005 y otro que, al parecer, apunta hacia la implementación de las necropolíticas que estamos padeciendo a partir de 2006.

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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