J. Jesús González Ortega y la otra batalla de Puebla, la que duró 62 días


La situación de México era complicada en la década de los años sesenta del siglo XIX. Por un lado estaban los conflictos internos que se arrastraban desde 1810 cuando comenzó la Guerra de Independencia y que, en la búsqueda de un proyecto de nación experimentó varios conflictos, entre ellos el primer intento de monarquía con Agustín de Iturbide en 1822; el sistema republicano de tipo confederalista que devino en anarquía por el exceso de autonomía que los estados disfrutaban y que terminó en aquel 11 de mayo de 1835. Luego, el experimento centralista que generó a un personaje que por 11 ocasiones fue presidente de México pero que derogó la Constitución de 1824 y que, por encima de ella y creando otra legislación dispuso del poder mexicano sometiendo a los Departamentos y Asambleas departamentales y que, por su excesos poder autoritario, tirano y absolutista, no hay que olvidar que Santanna se hizo nombrar su Alteza Serenísima cuyos resultados fueron enfrentarse, nuevamente con los gobiernos regionales obligándolo a que en 1846 retomara la Constitución de 1824 como una necesidad de lograr el consenso para enfrentar los embates que se le hacían desde Estados Unidos teniendo resultados desastrosos para el país, como fue el despojo de más del territorio nacional. Pero que, no obstante los desaciertos den su gobierno surgió la gran idea de acudir a Europa a solicitar que viniera un monarca de aquel continente a gobernar a México dado que en nuestro país no lograban ponerse de acuerdo y que, vieron, era bueno que un monarca nos gobernara.

Posteriormente, su caída provocó que los mexicanos, con el grupo liberal a la cabeza, entre ellos Los Álvarez de Guerrero, Comonfort, De la Llave, Juárez, que aún no pintaba mucho, Santos Degollado, Manuel Doblado, Ignacio Vallarta, entre otros, vieran que la necesidad del país, para definir su situación y su futuro estaba en dotarlo de un cuerpo legislativo para fortalecer el incipiente Estado nacional al cual debían estar sujetas todas las instituciones, especialmente la Iglesia, naciendo así, no sin conflictos, la Constitución de 1857 la cual provocó que, al interior del grupo liberal se diera marcha atrás. Fue cuando el mismo Ignacio Comonfort, a la postre presidente de la Republica se echara para atrás y traicionara la misma Constitución que bajo su presidencia se había elaborado y decretado naciendo así la Guerra de Reforma entre Liberales y Conservadores.

Luego, la vista al exterior donde los perdedores conservadores acudieron, y ya no era solo una idea sino una necesidad para ellos, el auxilio europeo atrayendo las tropas del ejército más poderoso del viejo continente: el ejército francés que en unión de Inglaterra y España se apostaron en las costas mexicanas con el pretexto de una deuda que se multiplicaba por diez. Presencia europea que generó un conflicto internacional en que Europa y América se vieron enfrentados utilizando a México como punto de quiebre.

Por otro lado el mundo padecía el creciente poderío de un fenómeno conocido como Imperialismo no sólo político en el cual España, Francia y Rusia estaban en la cabeza, sino el de tipo económico en el cual Inglaterra y estados Unidos encabezaban. Era, sobre todo desde la década de 1850 en que Francia había comenzado a ser gobernado por Lui Felipe Bonaparte llamado Napoleón III y que después pues de un golpe de Estado se convirtió en emperador e inició la conquista del Europa teniendo como mira la detención de Estados Unidos que pretendía conquistar a América teniendo de base la famosa Doctrina Monroe que decía: América para los americanos. Esa lucha de imperios tenían a varios países bajo sus yugos y México como un punto geopolítico servía a ambos tipos de imperios que, aprovechando su situación interna, fue ocupado por las fuerzas europeas de Francia, Inglaterra y España.

México ya había enfrentado a Francia en 1862, un cinco de mayo obteniendo un triunfo devastador y Puebla había sido la sede del mayor descalabro del ejército más poderos, con mayor ciencia militar y con mejores resultados en la guerra pues tras de sí Francia tenía en su corona la Guerra de Crimea contra Rusia entre 1853 a 1856, la guerra contra Argelia y otras tantas que le daban fama y prestigio al ejército de los zuavos. Por su parte México se levantaba en heroísmo desde el momento que no sólo un ejército lo había derrotado en ese año del 62, sino un pueblo que empeñaba lo mejor de sus ciudadanos puesto que campesinos, mujeres, indígenas y diversos sectores se enrolaron para enfrentarlo.

En 1863, las discrepancias al interior del gobierno y del grupo de liberales no eran muy buenas pues la grandeza de González Ortega al vencer el 22 de diciembre anterior a los conservadores le daban prestigio y fama, cosa que Benito Juárez celaba y no veía muy bien. Por otro lado, la traición de Comonfort era perdonada cuando éste mismo se ofreció a Juárez para ayudar en la defensa de Puebla ante la inminente llegada francesa que para entonces se concentraba en Córdova, Veracruz.

La preparación

La hora llegó y en 11 de febrero de ese año de 1863 el General J. Jesús González Ortega, comandante en jefe del Ejército de Oriente y Comonfort  del Centro acudieron con el presidente a plantearle la idea de una Unidad de Mando en el sentido de que si los franceses atacaban Puebla sería González Ortega quien asumiría el poder total teniendo como su apoyo a Comonfort quien se encargaría de proveer de bastimentos a la población y al ejército de Ortega. O bien, si los zuavos no atacaban Puebla y, por el contrario, se seguían a la ciudad de México sería al revés: González Ortega y su ejército estaría a la retaguardia de Comonfort para apoyarlo en la defensa de la ciudad de México.

Ante ello, Juárez respondió que ninguna de las dos cosas sino todo lo contrario pues éste pedía que cada quien mantuviera un poder de mando con autonomía. Regresando con la orden y como González Ortega, aun cuando viera en contra de sí las decisiones del presidente, se sometía institucionalmente comenzó a organizar la defensa.

La estrategia de González Ortega estaba en tres fuerzas. La primera era la ciudad con sus más de 22 mil soldados que distribuyó en cinco divisiones donde la Primera estaba al mando del zacatecano Felipe Berriozábal situado en la línea principal de defensa ubicada al norte de la ciudad de Puebla que tenía como fuertes de defensa los cerros de Guadalupe, Loreto e Independencia. Ahí mandó a Porfirio Díaz a que apoyaran.

En la del Oriente estaba la según línea de defensa donde situó la tercera división que tenía al frente a Florentino Antillón defendiendo los cerros de Santa Anita, Morelos y San Javier, ahí estuvo de apoyo invaluable el otro zacatecano Miguel Auza. En la línea del sur estaba la segunda división con su comandante en jefe Francisco Alatorre. En el poniente estaba la cuarta división cuyo jefe era Ignacio de la Llave. Y la quinta división la dirigía O’Haran que se conformaba de 7 brigadas de infantería y tres mil dragones que componían las reservas y estaban al mando de Miguel Negrete.

Por fuera, el ejército del Centro al mando de Comonfort había más de 18 mil soldados que se encargarían de abastecer con alimentos, pertrechos, caballos y demás materiales de guerra. Ellos  entrarían y usarían las estrategias más adecuadas para surtir de alimentos y lo necesario tanto al ejército dirigido y defensor de Puebla como a la población. Con un ejército similar estaba el cuartel maestre José María González de Mendoza que abonaría con soldados a la defensa de la ciudad.

La estrategia de González Ortega era en un principio agotar el empuje del ejército francés  para, en combinación el ejército del centro de Comonfort romper el sitio. Si al romper el sitio se lograba darle fuertes daños a los franceses se podía pasar a la ofensiva, por el contrario los ejércitos unidos de González Ortega y Comonfort debían situarse entre los invasores y la ciudad de México para presentar nueva batalla para así poder replegarse a la ciudad de México.

Por el otro lado el ejército francés se componía de 34 mil 144 hombres y los dirigía Elías Forey quien no calló en la trampa de González Ortega y el combate comenzó atacando durante tres días la capital poblana sin obtener ningún resultado pues la defensa era muy buena, sin embargo la estrategia usada fue la que ya habían experimentado en Europa oriental en Crimea donde sitiaron la población y en un lapso de treinta días lograron el triunfo. De modo que en Puebla hicieron lo mismo, sólo que después de 60 días no lograban el triunfo y las fuerzas de su ejército cada vez admiraban la tenacidad, resistencia, paciencia en que el ejército del centro defendía la capital de Puebla.

Cada vez más el ejército de Forey avanzaba al interior de la ciudad, los defensores republicanos se batían casa por casa. Ahí los franceses perdían más gente de la que habían previsto pues no contaban que los mexicanos defensores no sólo eran soldado sino los mismos pobladores pues este sitio le dio mucha gente civil a los republicanos Y así mientras Elías Forey dirigía el ataque en Puebla, Achilles Charles Bazaine perseguía a Comonfort.

El 8 de mayo la batalla se definió en favor de los franceses puesto que Bazaine alcanzó a Comonfort que intentaba introducir a la ciudad un convoy de carros con alimentos para la ciudad y fue en el pueblo de San Lorenzo fue destruido y sus restos se refugiaron en la ciudad de México, luego a San Luis Potosí para reforzarse. Sin embargo la población y el ejército sitiado ya no soportaban más las limitaciones. Pero todavía el 10 de mayo se reiniciaron los combates y aunque los mexicanos agotaron municiones y demás pertrechos así como alimentos, los franceses no lograron posesionarse de los puestos de defensa que los mexicanos tenían.

Ante la situación ante una junta que marca la historia de las decisiones militares, pues no se basaron en una decisión del general, se llevó a cabo una reunión el 16 de mayo en la que los principales jefes de las divisiones, brigadas y puestos de defensa terminó con una decisión unánime y era mandar una carta con la firma del General J. Jesús González Ortega que al amanecer del 17 de mayo envió el general a Elías Forey en la que le decía:

“Señor General:

No siéndome ya posible seguir defendiendo esta plaza, por falta de municiones y víveres, he disuelto el ejército que estaba a mis órdenes y roto su armamento incuso toda la artillería. Queda pues, esta plaza a las órdenes de vuestra Excelencia y puede mandarla ocupar, tomando si lo estima conveniente las medidas que dicta la prudencia para evitar los males que traería consigo una ocupación violenta cuando ya no hay motivo para ellos. El cuadro de generales, jefes y oficiales de que se compone este ejército se halla en Palacio de gobierno y los individuos que lo forman se entregan como prisioneros de guerra. No puedo, señor general, seguir defendiéndome por más tiempo. Si pudiera, no dude Vuestra Excelencia que lo haría”.

El alcance internacional de esta batalla fue que, en primer lugar, en ningún lugar una población había resistido tanto tiempo un sitio, y menos ante el ejército francés que se reputaba como el más poderoso del planeta; en segundo lugar, la forma de entregar la plaza mereció el respeto de los mismos franceses pues Bazaine que había estado en otros combates europeos había perdido los sitios que habían hecho y ahora, aun con el triunfo militar francés, los mexicanos se ganaban la gloria y el respeto de las naciones atacantes, los vecinos de la américa española. Más aún las fuerzas mexicanas que vieron en el general González Ortega una forma diplomática de rendirse sin perder la dignidad. Y aún sin ser destruidos pero sí rendidos el heroísmo trascendió las fronteras nacionales.

Benito Juárez, presidente de México, no aprobó la forma de rendición. Su enojo fue mayor cuando los jefes del ejército francés le tributaron a González Ortega su respeto, y heroísmo. Es decir, el Jefe del Ejército de Oriente, aunque perdió la batalla ganó la gloria. Una gloria que no ha sido borrada de los anales de la historia.

Esto es, para la historia nacional un momento de 62 días en que México y América española tienen para engrandecer la historia, para dar un ejemplo de tenacidad, patriotismo, heroísmo, pulcritud en la defensa de la nación, las leyes, el gobierno, el estado y la población. Esto fue concebido, con cierta autonomía de pensamiento en un cerebro liberal, humanista, militar y de un mexicano nacido en San Mateo, Valparaíso en 1819. Que se alimentó de estas tierras, respiró los aires de este valle, vivió en diversos ranchos, en la cabecera y en la hacienda que lo vio nacer, que por las ideas liberales de su padre tuvo que emigrar a San Juan Bautista del Teúl, su nombre de pila José Canuto de Jesús González Ortega. Hijo de José Laureano Filomena González de Ávila y de Francisca Mateos de Ortega.

José Canuto de Jesús que solo fue llamado como el de Jesús y que por varias ocasiones solo se hacía apellidar G. Ortega. Un digno hijo de Valparaíso al que hoy se le trae en honores a su tierra natal para recuperar su espíritu, su ideología, sus principios y su gloria.

 

Oliverio Sarmiento Pacheco *

*Cronista de Valparaíso

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