Alfonso Dávalos, pieza clave del desarrollo en el sureste zacatecano


NORIA DE ÁNGELES. En el sureste de Zacatecas, las épocas de sequía y de siembra evocan en la memoria social el recuerdo de don Alfonso Dávalos Esparza.

En comunidades, rancherías y la cabecera municipal de Villa González Ortega, Villa Hidalgo, Loreto, Pinos, Noria de Ángeles e incluso Salinas Hidalgo, San Luis Potosí, los octogenarios y nonagenarios todavía lo recuerdan.

Este personaje, quien en su niñez calzaba huaraches de tres agujeros, se ganó un lugar en la Historia de esta región por haber sido un bienhechor social y un promotor del desarrollo económico de los pueblos, factores que le abrieron camino para llegar a ser presidente municipal.

Un hecho que recuerdan quienes lo conocieron se remonta a la década de los años 50 del siglo anterior, cuando Alfonso Dávalos Esparza, en sus camiones de carga, abasteció durante al menos dos años de leguminosas y alimentos a pobladores de Noria de Ángeles, en la peor época de sequía de la que se tenga registro.

De ascendencia española

La Historia se ha pronunciado por esperar un tiempo más para dar cuenta sobre la vida de don Alfonso Dávalos, y la Crónica ya lo ve como un firme candidato a ser contemplado en sus anales, en tanto lo único que existe al respecto es el relato oral que se mantiene vivo en el imaginario social.

Es precisamente con estas historias que se narran de generación en generación y que todavía pueden ser contadas por quienes lo conocieron, así como por sus descendientes, que se sabe en torno a este personaje.

Dada la ascendencia paterna, de sangre española, Alfonso Dávalos Esparza sería la primera generación de mestizaje, pues su madre era originaria de la antigua Hacienda de El Carro, hoy Villa González Ortega, Zacatecas.

Si bien no existe información sobre el porqué de su nombre, se cree que fue puesto en honor al rey de España Alfonso XIII (13), quien ostentaba el poder en el periodo en el que nuestro personaje nació, en 1919.

Y es que su papá, Juan Francisco Dávalos, fue mayordomo de Juan Nepomuceno Dolores Isidoro Guadalupe de Moncada Berrío y Hurtado Tapia, quien fue IV (cuarto) Marqués de Jaral del Berrio, título que fue dado por Carlos III (tercero), rey de España, en 1774; además, fue el III (tercer) conde de San Mateo de Valparaíso y el II (segundo) marqués de Villafont.

Entre otras propiedades, el Marqués de Moncada Berrío y Hurtado Tapia fue propietario de la antigua Hacienda del Carro.

Tienda Dos de Enero

En el edificio de la presidencia municipal de Noria de Ángeles, cuya construcción inició en 1907, se exhiben las fotografías de quienes han sido alcaldes de esta demarcación. Una de éstas corresponde a Alfonso Dávalos Esparza.

La imagen es una foto de estudio que fue tomada en un lugar de Los Ángeles, California, adonde se fue a trabajar en su juventud. El relato oral es el que da pequeñas salpicadas sobre su infancia, adolescencia y juventud.

Maricela Dávalos Beltrán, la nieta de Alfonso Dávalos Esparza, refiere que antes de radicar en Noria de Ángeles, la familia Dávalos Esparza vivió en el antiguo pueblo de El Real de Ángeles, pero debido a la falta de agua que caracterizaba al poblado, decidió emigrar.

Desde la calle 5 de mayo, en la zona centro de Noria de Ángeles, en una antigua casa de techos de viga que fue propiedad de don Alfonso, su nieta refiere, además, que, luego de regresar del vecino país del norte, compró una guayín y mulas.

“A bordo de ésta comenzó a recorrer las rancherías cercanas para comprar y vender alimentos, principalmente, aunque también agarraba otros artículos o cosas que le vendía la gente”, expone mientras sostiene una foto antigua tamaño credencial de su abuelo.

Lo redituable que resultó su negocio, que le permitió abrir mercado en municipios zacatecanos y potosinos de la región, motivó a Alfonso Dávalos Esparza a abrir una tienda, a la que llamó Dos de Enero, lo cual ocurrió ese mismo día de 1946, según registros de la Crónica de Noria de Ángeles.

“Don Alfonso te las compra”

El hombre más longevo de Noria de Ángeles se llama Juan Beltrán. Tiene 95 años, usa andadera y le falla un oído; al hablar con él, a veces hay que repetirle las cosas en un tono de voz más alto porque a la primera no escucha.

Lo que más sorprende de él no es el que preserva la antigua costumbre de cargar un machete cuando a veces tiene que ir al monte a ver sus sembradíos, sino que el platicar con él es un viaje al pasado.

“Sí, sí me acuerdo de Alfonso. Casi éramos de la edad. Yo lo conocí de niño, cuando él usaba huaraches de ésos de tres agujeros”, refiere entre movimientos de sus arrugadas manos.

Además de conocerlo, Juan Beltrán tuvo una hermana, Gregoria, que fue nuera de Alfonso Dávalos, por lo que tuvo cercanía y amistad con él.

“Siempre fue muy listo para los negocios. Con esa tienda que puso se hizo rico; a todo mundo que se le acercaba le prestaba dinero, a la palabra y sin intereses. Pero en ese tiempo no era como hoy, que prestas unos centavos y ya no vuelves a verlos; antes pedías un peso o cinco pesos y tenías que pagarlos”, expone.

La tienda Dos de Enero fue el centro comercial más grande de Noria de Ángeles y municipios aledaños desde 1946 hasta la década de los años 60, aunque dejó de funcionar hasta 1977, año en que murió don Alfonso.

Era un negocio que vendía todo tipo de artículos: de ferretería y refacciones, abarrotes, papelería, jarcería, farmacia, cristalería, bisutería, artesanía, zapatería, juguetería, cremería, agrícolas y ganaderos.

Don Alfonso tenía fama de fiar mercancía, vender barato y prestar dinero, esta última en los periodos en que iba a empezar la siembra. Esa actitud le generó un cariño social y, con ello, la posibilidad de mantener con éxito su negocio durante un largo periodo.

“Me acuerdo que mi papá Zeferino una vez compró gallinas y a veces nada más estábamos espiándola a que pusiera huevo para robárselo e irlo a cambiar por pasta de sopa o frijoles a la tienda de Alfonso”, comenta don Juan.

La Crónica Municipal y su nieta Maricela coinciden en la descripción de don Alfonso como alguien que compraba a los pobladores todo lo que le vendían: leña, tierra para macetas, ladrillos, adobes, chile, queso de tuna, maíz, frijol, cueros de chivo, melcocha, macetones… y él revendía o cambiaba por mercancía para su tienda en Salinas Hidalgo o en la ciudad de San Luis Potosí.

El perfil social de este personaje fue génesis de un dicho que hoy en día es común decir entre septuagenarios y octogenarios de Noria de Ángeles, cada que se tropiezan con una piedra: “¡álzalas! (las piedras), que al cabo don Alfonso te las compra”.

“Sabrá Dios qué habría sido de nosotros”

Sobre la carretera estatal 144, justo en la parada de autobuses de Noria de Ángeles, desde hace 65 años dos viejecitos miran juntos pasar el tiempo desde sus jardineras y al cobijo de sendos árboles.

Sentados en sillas de plástico, don Jesús y doña Altagracia, de 85 y 84 años, respectivamente, han visto entrar y salir por la calle Venustiano Carranza, principal vía de acceso a Noria de Ángeles, los cambios y transformaciones sociales que ha tenido este lugar desde la década de los años 30 del siglo anterior.

Desde este lugar, en la década de los 50, ambos vieron entrar por esa arteria vial el primero de dos camiones de carga que compró don Alfonso Dávalos para transportar las mercancías que compraba y vendía.

En su senil memoria se encuentra fresco el recuerdo de una sequía que golpeó atrozmente a Noria de Ángeles en la segunda mitad de la década de los años 50, que generó un éxodo de 70 por ciento de su población.

“Fueron años muy feos. No había trabajo en la mina, no llovía y el campo no producía nada. La gente que tenía dinero se fue, pero los que éramos pobres, aquí nos quedamos… si no hubiera sido por don Alfonso, sabrá Dios qué habría sido de nosotros”, comenta doña Altagracia sobre ese momento de la Historia.

De acuerdo con la Crónica de Noria de Ángeles, el punto crítico de esta crisis económica y social, que tuvo rostro de hambruna, fue de 1956 a 1958.

Varias familias de este municipio emigraron en búsqueda de mejores aires a Monterrey, Guadalajara, Concepción del Oro y, las menos, a la Ciudad de México y Estados Unidos.

Justo en este periodo, Alfonso Dávalos jugó un papel crucial para evitar una catástrofe mayor, pues, en sus camiones de carga, viajaba a Ciudad Mante (Tamaulipas), Fresnillo y San Luis Potosí para llevar a la tienda Dos de Enero, para su venta al menudeo, maíz, frijol negro y bacalao seco.

“Nos daba muy barato todo. En aquellos años, hasta el más pobrecito que entraba a la tienda de don Alfonso salía con algo de comida en las manos, ya sea que les fiaba o se la vendía barata”, recuerda don Jesús mientras teje los recuerdos con los dedos de sus manos.

Las consecuencias de la sequía no fueron exclusivas de Noria de Ángeles, sino que alcanzaron a otras comunidades y municipios aledaños, cuyos pobladores también acudían a la tienda Dos de Enero para abastecerse de alimentos.

Presidente municipal en tres ocasiones

El liderazgo social que tuvo Alfonso Dávalos Esparza le permitió ser presidente municipal de Noria de Ángeles en tres ocasiones: 1945-1947, 1953-1955 y el último periodo sólo fue del 1 al 15 de enero de 1959.

Daniel Marentes Martínez, cronista municipal, se refirió al último periodo de gobierno de don Alfonso: “desgraciadamente, hubo algunas personas que no valoraron su servicio, se rebelaron contra él en su último periodo de gobierno y lo hicieron abandonar sus actividades”.

Justo hace unos días, la Crónica de Noria de Ángeles inició una investigación en los archivos municipales para conocer los logros y acciones sociales de cada administración gubernamental que ha llevado las riendas de Noria de Ángeles.

Este trabajo permitirá determinar cuáles fueron las obras y acciones que realizó don Alfonso Dávalos durante el tiempo que fue presidente municipal y también las que hizo cuando no estaba en el cargo público.

Sobre esta última, Maricela Dávalos refiere que el primer telégrafo que tuvo Noria de Ángeles fue traído por su abuelo, mismo que facilitó la comunicación no sólo de los pobladores, sino del mismo gobierno.

Un cuadrado de bancas

Un templo de estilo barroco y rococó, reconocido como Patrimonio Mundial por la UNESCO y que descansa a los pies de un riachuelo, no es el único rasgo distintivo que caracteriza a Noria de Ángeles, Zacatecas.

Sobre su jardín principal se encuentra un cuadrado formado por bancas de cemento separadas entre sí, cuya fachada está constituida por pedacería de cerámica blanca.

En su centro, cada escaño tiene el nombre de personajes y familias que son parte de la historia de este pueblo.

Si alguna vez usted recorre este lugar, podrá encontrar una banca cuyo frente se dirige al monumento a Miguel Hidalgo, ubicado en la colonia Centro. Ésta tiene el nombre de “Alfonso Dávalos”, y cuando la vea usted sabrá de quién se trata.

José Córdova / Tropicozacatecas.com

Fotos: Colección Daniel Marentes Martínez

Archivo fotográfico familiar Maricela Dávalos

José Córdova

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