Postcréditos: Los nuevos 20’s


(Esta columna puede ser considerada como un pequeño anexo de la columna pasada: Hollywood y el fantasma en la máquina)

Ignoremos por ahora a los puristas del calendario que nos repiten una y otra vez que la nueva década comienza el siguiente año. Si para Eric Hobsbawm el siglo XX fue un siglo corto; si todos celebraron la llegada del 2000 como el inicio del nuevo milenio (aunque este inicio el 11 de septiembre del 2001), se nos puede aceptar el tomar el cambio de número como indicador del comienzo de los nuevos 20’s.

Anteriormente expresé que el cine de Hollywood de los 20’s y 30’s del siglo pasado tenía una manufactura muy similar al sistema de producción en línea de Henry Ford. También había manifestado mi preocupación por el estado actual del sistema de estudios hollywoodense, siempre preocupado por el margen de ganancias de las películas, lo cual los lleva a realizar siempre apuestas seguras y apelar a los más comunes denominadores del gusto público. No obstante, no es mi intención pintar un escenario tan fatalista sobre el Cine actual, puesto que esa definitivamente no es mi percepción. Sólo mantendría una postura así si todo el cine que consumiera fuera lo que nos prescriben los monopólicos sistemas de estudios y distribuidoras.

Películas de calidad siempre va a haber. En todos lados. Y si la vara para medir la calidad fílmica se llegara a limitar a cuestiones meramente técnicas, incluso un producto prefabricado, estéril y vacío tendrá sus seguidores. En mi opinión personal, el principal reto que enfrenta el Cine, desde la banca de los espectadores, es formar una audiencia más educada en cuanto a la recepción de la obra fílmica. Esto implica muchos factores, pero me limitaré a los que considero que son más relevantes: distribución y exigencia.

Reitero, películas buenas abundan y están ahí, esperándote. Además de Netflix, YouTube Premium, Apple TV y Amazon Prime, existen otras opciones más especializadas para cinéfilos, como FilminLatino, Mubi y yo sigo poniendo mi veladora para que el Criterion Channel por fin llegue a México. Las plataformas digitales existen y dependen completamente del interés de los usuarios para seguir operando. Lo cual me lleva a la exigencia de la audiencia.

La gente puede y debe exigir siempre calidad. Pero si se acostumbran demasiado a experiencias fílmicas mediocres, crece el riesgo del conformismo y de aceptar dócilmente cualquier producto que nos vendan. Por eso debemos exigir productos de calidad, pero (y esto es importante) a las distribuidoras.

¿Por qué no a los estudios? Porque, en lo que se refiere a la producción de películas dentro de ese sistema, ya son demasiadas personas las que están diluyendo la obra con sus opiniones. A esto me refiero cuando hablo sobre apelar a los comunes denominadores: si quieres que la película le guste a todo el mundo (cubrir los famosos “cuatro cuadrantes”), terminarás realizando una obra blanda, insípida y olvidable. Como ejemplo siempre pongo este ejercicio: digan, de memoria, una frase memorable de Avatar, la segunda película más taquillera de la historia.

Lo que sí podemos hacer como espectadores es pedir más diversidad en las películas que llegan a nuestros cines, y eso se hace con las distribuidoras. Y claro, no hay que olvidar que, para las cadenas de cines, todo es negocio, así que debemos cumplir también nosotros, como audiencia, y ver las películas que estamos exigiendo. Algunos podrán decir que, para el espectador promedio, ir al cine implica un rato de esparcimiento y distracción, por lo que las películas que invitan a pensar y reflexionar

no tienen cabida en las salas, o por lo menos no desquitan el costo del boleto. Pero, y sinceramente creo que esta es la opinión de la mayoría de los que vamos al cine, lo opuesto es verdad: son esas películas que te mueven y no te dejan indiferente ante lo que acabas de ver, las que valen la pena ver en una sala de cine. El cine mediocre se disfruta igual, tanto en la gran pantalla como en la aplicación de Netflix en un celular, porque su propósito es más banal: pasar el rato. Pero la experiencia comunal de compartir las risas, los sustos, las lágrimas que genera una historia que está siendo contada a unos extraños en la oscuridad es, a falta de otra palabra, sagrada.

Y es importante agregar que, en estos tiempos, necesitamos más que nunca de historias que nos afecten profundamente a niveles emocionales. Si hubiera leído eso último hace unas dos semanas, me habría parecido estúpido e infantil, pero justo hace unos días salió la noticia de que los estudios Warner implementarán una Inteligencia Artificial para predecir el éxito de sus próximas producciones. ¿En qué afectará esto a las películas? Francamente, todavía no lo sé, pero tenemos un antecedente en la industria musical.

A inicios de este milenio, muchos de los sencillos que sacaban las compañías discográficas utilizaban ritmos y beats generados a partir de algoritmos que pronosticaban qué tan “pegajosa” sería tal o cual sucesión de notas. Como este tipo de programas utilizan datos históricos, sus resultados tienden a enfocarse en patrones que han tenido éxito en el pasado, en vez de predecir aquello que puede entusiasmar a las audiencias futuras.

Con ese ejemplo previo, y al igual que estos algoritmos, podemos trazar un futuro para los estudios similar a lo que sucedió con las compañías discográficas. La gente ya está buscando opciones de entretenimiento que provean historias más diversas e interesantes. Durante muchos años, los artistas musicales más vendidos fueron estadounidenses o ingleses; ahora son de Corea del Sur, Puerto Rico, Colombia, etc. Si utilizamos como barómetro a las ceremonias de premios gringas, la continua presencia de talento internacional indica que esta tendencia del público a consumir películas extranjeras no sólo permanecerá constante, sino que irá creciendo gradualmente. El año pasado vimos este fenómeno con Roma, de Cuarón. Este año lo estamos viendo con Parásitos, de Bong Joon-ho.

Tal vez siga creciendo esta apertura multicultural por parte del público, tal vez no. Por lo pronto, insistiré siempre en que les demos una oportunidad a todas aquellas películas que, a través de su lente, nos permite reflejarnos en la otredad. Ver cine no va a salvar el mundo, pero nos mostrará qué nos estamos perdiendo, o qué es lo que corremos el riesgo de perder.

 

Escrito por Heikan

 

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